El escritor húngaro Sándor Márai (1900-1989) ha sido considerado, junto con Stefan Zweig y Robert Musil, un testigo privilegiado de la decadencia de la aristocracia centroeuropea en los albores de la Primera Guerra Mundial. Su estilo sobrio, introspectivo y elegante le permitió retratar el colapso del Imperio austrohúngaro en novelas como Confesiones de un burgués (1934), Divorcio en Buda (1935) y, sobre todo, en El último encuentro, publicada por primera vez en 1942 y reeditada en 2025, con la traducción de Judit Xantus Szarvas para la editorial Salamandra.

La novela nos sitúa en medio del conflicto de dos amigos: Henrik, un viejo general retirado, y Konrád, un exmilitar y músico frustrado, pariente del gran Chopin. Los dos personajes se reencuentran después de cuarenta años de ausencia para hacer un recuento de los hechos vividos en su juventud y, sobre todo, para recuperar el momento en que, según Henrik, su camarada trató de asesinarlo durante una jornada de caza.

La narración reproduce un monólogo teatral donde se recrean las unidades aristotélicas de acción, tiempo y espacio, en el marco de una cena prolongada en una sola noche, donde prevalece la perspectiva del narrador protagonista ante el silencio espectral de Konrád, quien se limita a escuchar al viejo general sin contradecir las acusaciones en su contra.

Sobre todo, Henrik reclama a Konrád haberlo traicionado con su esposa Krisztina, ya difunta, y haber tramado su muerte para apartarlo, disfrutar de sus amoríos y romper los vínculos de amistad, confianza y hospitalidad que los habían mantenido unidos como almas gemelas durante su juventud. También le reprocha su huida a los trópicos sin explicación alguna.

El centro de la novela orbita en el tema de la amistad. El general reflexiona en estos términos: “Éramos amigos, no compañeros, compinches ni camaradas. Éramos amigos, y no hay nada en el mundo que pueda compensar una amistad”. Luego agrega: “La amistad es una ley humana muy severa. En la Antigüedad, era la ley más importante, y en ella se basaba todo el sistema jurídico de las grandes civilizaciones”.

Henrik recurre al concepto clásico de la amistad recreado por Platón y Aristóteles, que la asocian con la virtud; así como a los autores cristianos san Agustín y santo Tomás de Aquino, quienes derivan el precepto hacia el amor al prójimo, porque quien ama a los demás como a sí mismo tiene la solvencia moral para acercarse a Dios. Del mismo modo, Michel de Montaigne y Francis Bacon robustecen la idea de la amistad como desinterés y entrega incondicional.

Pero en este mundo ideal irrumpen las fuerzas del instinto, que no reconocen los mandatos de la virtud o la religión. Las pulsiones sexuales, como lo probó Freud, rompen los tabúes y proyectan al género humano hacia los placeres del incesto. En un caso hipotético, Konrád disfruta de la amistad de su amigo, pero también codicia a Krisztina, la joven esposa, desinhibida y liberal para su tiempo.

En la novela también aparece el asunto del deseo triangular, o ménage à trois, según los estudios de René Girard en su obra Mentira romántica y verdad novelesca. En este contexto, Konrád sublima los deseos por su amigo a través de la esposa. En todo caso, la novela concluye con un final abierto que muestra la fragilidad de la amistad, del amor y la imposibilidad de sistematizar las pasiones del ser humano.

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