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El historiador Antonio Saborit (Torreón, 1957) recorre con sapiencia y calma el Museo Nacional de Antropología , y no deja de sorprenderse de cada una de las piezas que integran las más de 20 salas con las que cuenta este importante recinto en la Ciudad de México, el más importante del país y de América Latina.
Un lunes por la mañana, cuando el museo está en calma por no recibir visitantes y el personal se dedica a labores de limpieza, recolocación de piezas y trabajos de restauración, Saborit guía a EL UNIVERSAL hasta la Sala de la Cultura Huasteca, y ahí, contemplativo, narra la historia de la pieza “El adolescente huasteco”.
“Apareció en un rancho, a principios del siglo XX, un señor la tenía, yo mismo la documenté; personal del viejo Museo Nacional de Historia lo convence de estudiarlo, luego le dicen que es necesario que esté en el museo para que la gente la vea, y así este señor la donó en los años 50, su primer nombre fue ‘Efebo huasteco’, y no se sabía nada, ahora hay estudios sofisticados sobre la pieza.”
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“Fueron años de no saber nada, y, ahora, permanece aquí”, cuenta Saborit, quien lleva 12 años al frente del Museo de Antropología, recinto que hoy recibe en Oviedo, España, el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2025, “por ser heredero de una larga tradición en defensa y preservación de una parte esencial del patrimonio antropológico de la humanidad que, al mismo tiempo, expresa las señas de identidad de una gran nación en las que su gente se reconoce”, determinó el jurado del galardón en su deliberación.
Saborit, con notable emoción, camina hasta la Sala Maya, donde invita al equipo de esta casa editorial a observar con detalle la Máscara de Pakal, gobernante antiguo de la ciudad de Palenque. “Todas las piezas se encuentran matadas, los arqueólogos encuentran estas piezas hechas trizas y los restauradores, con paciencia infinita, reconstruyen. Lo que hizo Sergio González, el último restaurador de esta pieza, fue dejar las cicatrices, que se viera que en algún momento se rompió, son rompecabezas que ya armaron, y que permite ver el paso del restaurador”, narra.
En entrevista, Saborit reflexiona sobre el papel del Museo Nacional de Antropología en la difusión de las culturas prehispánicas, los nuevos públicos, los esfuerzos del museo por recuperar a las culturas ancestrales que persisten en la modernidad y la posibilidad de que el Princesa de Asturias sea una vía para limar las relaciones entre México y España.
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¿Cómo recibe el museo el premio?, ¿esperan mayor proyección internacional?
Es un premio que tiene un enorme prestigio, fue una gran sorpresa; si va a disparar al museo o no, no lo sé, lo que sí te puedo decir es que es una responsabilidad, se transforma este reconocimiento de manera inmediata en un ejercicio de reflexión y de renovación y de evaluación de lo que hay. Estamos en un nivel que jamás imaginamos, el día que rompimos la barrera de los 2.5 millones visitantes creímos que era algo bueno, y siguió creciendo, eso fue antes de cualquier premio.
¿Puede ser la vía para mejorar las relaciones con España?
Creo que el ámbito de los museos es sumamente especifico, el museo es una de las instituciones de cultura más democráticas que nos hemos sabido dar los seres humanos, es más democrática que el aula porque no te pide grado, y es aún más democrática que la biblioteca porque no te pregunta tu identidad. En el interior de un museo tú te sirves a tus anchas, según tus intereses, tu curiosidad, tus ganas de saber o no.
Pero tras los procesos históricos, ¿es posible llegar a una hermandad entre países?
Son preguntas muy serias las que me hace. ¿Qué tal que le digo que mi abuelo paterno vino a México para no perder la vida en Marruecos al inicio del siglo XX? No en la guerra civil de los 30, no, me refiero a que mi abuelo, para salvar su pellejo, vino a Coahuila para no ir a la Guerra del Rif (conflicto armado entre España y Marruecos), ¿qué hago con eso? Vivimos momentos complicados, pero al hacer historia aprendes a no juzgar, tenemos que entender, y estudiar para llegar al fondo de las cosas.
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¿Cómo están las cifras de visitantes al museo?
El año pasado, en números redondos, fueron 3.7 millones de visitantes, y en septiembre pasado ya íbamos en 3.6 millones. Entonces es factible, y estamos concentrados en eso, tener buenas noticias en ese sentido. Ya desde hace dos años estamos trabajando en lo que vendrá en 2026 y 2027.
¿Se están preparando para el Mundial de Futbol 2026?
Sí, tenemos la idea de que el próximo año puede llegar un número inusitado o inesperado de visitantes por el solo hecho de que se celebrará una parte del Mundial de Fútbol en la capital. Con independencia de eso, estamos trabajando también en crecer el interés de la oferta del museo para los visitantes, para los habituales y para los accidentales, para los muy eventuales y para los que son de verdad.
En 12 años a la cabeza, ¿cómo ha visto la evolución de los públicos?
Camino mucho en el museo, y lo que he notado es que las nuevas salas etnográficas, desde que se abrieron, han jalado a muchísima gente. Hemos trabajado con la experiencia de la gente, nos dicen muchas cosas, nos ven trabajando y participan en las conversaciones. Yo creo que funcionan, como todo, son perfectibles, y partimos de la base que lo que estaba antes en esas salas había envejecido muchísimo. La parte superior la recorre mucha gente, he notado que la gente conversa, platica sobre lo que está viendo, eso es muy interesante. Y claro, a diferencia de las salas arqueológicas, en las salas de etnografía todos tienen algo qué decir.
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¿Esta renovación nació de la necesidad de hablar de la descolonización en el Museo?
La tercera sala responde a una solicitud de un colega que planteó que la planta baja del museo acaba en el 1521, y de pronto en las salas etnográficas ya estamos en la actualidad. ¿Pero qué sucedió entre 1521 y el día de hoy? De eso va la tercera sala, empieza precisamente por ahí, por la manera en la que los pueblos indígenas se retrataban a sí mismos, y enseguida el proceso de la esclavitud, la unificación bacteriana del mundo, es decir, la viruela, los procesos de mezcla, luego la idea de las rebeliones indígenas, el descubrimiento de lo propio, cuando ese patriotismo criollo pasa de ser de un sentimiento a ser un estatus civil, y este ciudadano mexicano cómo ve su espacio, cómo entiende el espacio en el que ha nacido y en el que va a crecer, hasta llegar a los primeros estudios propiamente científicos de la realidad mexicana.
¿Han pensado renovar las salas arqueológicas?
En la Sala Mexica, por ejemplo, que es una conversación recurrente con su curadora, Bertina Olmedo, ella ha procurado crear distintas herramientas para el disfrute y la mejor comprensión de la sala, y una de las primeras cosas que hizo Bertina cuando llegó a la curaduría de esta sala fue tomar la decisión de bajar piezas, ¿por qué? Pues porque había más de 2 mil objetos en la sala, al final, ¿de cuántos objetos te puedes acordar?
Se cumplen 40 años del robo al Museo. ¿Cómo está hoy la seguridad?
La seguridad del museo cambió radicalmente a partir del año 85. No tiene nada que ver la seguridad que tiene en la actualidad el museo con la que tenía antes.
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¿Cómo está la parte de la investigación y las colecciones?
Un museo tiene por fuerza que tener dos palancas, una es la investigación y la otra es la docencia. Si un museo solo tiene docencia y no tiene investigación, no va a funcionar, y viceversa. Hemos trabajado en ambas. He puesto más énfasis en la parte de investigación porque fue la que, como investigador del INAH, que es lo que soy, he notado desde hace mucho tiempo que había que impulsar. Tenemos la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia que tiene varios archivos que son verdaderamente extraordinarios. El museo tiene un archivo histórico que está abierto todos los días y también es muy interesante, y tenemos el Archivo Nacional de Arqueología, todos esos espacios están ahí esperándolos para hacer investigación.
¿Qué públicos buscan captar?
Nos preocupa tener una buena relación con los jóvenes, esos son nuestros públicos, adolescentes de 13 a 19 años, esa franja de jóvenes nos interesa traerla y por eso hacemos muchas otras cosas con ánimo de tirar anzuelos, darles un pretexto para visitar el museo. Tenemos que construir, preocuparnos por construir públicos. No se hacen solos. Y no hay una receta.
¿Qué tan viable sería hoy hacer un museo como este?
Esa es una pregunta igual de vieja que el INAH. ¿Qué hacemos con la parte nacional del museo? El Museo nació en el DF, que no era entidad autónoma. Con los cambios que ha habido, pareciera que es un museo chilango. No lo es. Sigue siendo un museo nacional. Yo creo que no se ha discutido el término de la nacionalidad. Pasamos a la descolonización sin hacer escala. ¿Y qué hacemos con esa cosa que llamamos nación?
¿El museo sigue en crecimiento de acervos?
No, hace años que no, se estudian piezas recién halladas, pero son reintegradas a sus lugares de origen.
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