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Falleció el fotógrafo Rodrigo Moya a los 91 años, en su casa en Cuernavaca, Morelos.
“A mí me interesaba fotografiar esos lugares, la gente, su forma de vivir, soy humanista y realista. El México del progreso lo dejé para otros colegas”, dijo Moya en 2019, durante el recorrido que ofreció en su exposición individual en el Centro de la Imagen, titulada "Rodrigo Moya. México / Periferias".
El ojo de Moya —quien nació en Medellín, Colombia, en 1934— capturó a grandes personajes y momentos de la historia latinoamericana, entre los que se encuentran el ojo negro de Gabriel García Márquez, que le dejó Mario Vargas Llosa de un puñetazo; fue el propio “Gabo” quien lo llamó para que inmortalizara el momento.
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También realizó una sesión fotográfica, en 1956, a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros en la galería de Emma Hurtado. Sobre esta experiencia, el propio Moya contó que se llegó a cuestionar por qué él había sido seleccionado para fotografiar a los grandes artistas de México, siendo un “reporterillo incipiente prácticamente desconocido”, relató en una de sus columnas que escribía para el periódico La Jornada.
Otras de las fotografías que marcaron su carrera fueron los retratos que hizo a Ernesto “Che” Guevara durante una entrevista en La Habana, Cuba, en 1964.
El fotógrafo dijo a EL UNIVERSAL en 2019 que se decidió por hacer fotografía después de una serie de fracasos, pues hasta intentó estudiar una ingeniería.
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“Dejé la carrera y tomé fotos como una manera de ganarme la vida, con mi maestro Guillermo Angulo que me enseñó los hilos de la fotografía; desde ahí la amo, es mi vida”, reconoció.
La muestra de 2019 fue la última que tuvo el fotógrafo. Entonces fue para celebrar su 85 aniversario. Su trabajo se exhibió en dos sedes, siendo el Museo Palacio de Bellas Artes la segunda, que se tituló Rodrigo Moya. México / Escenas.
En aquel entonces, el fotógrafo dijo que continuaba haciendo imágenes, pese a que su visión ya no era la misma, pero practicaba la fotografía porque seguía ofreciendo nuevas maneras de ver el mundo que no son posibles ni en el arte ni en la literatura.
De acuerdo con Moya, para que una foto cause emoción en el espectador “tiene que trabajarse apasionadamente” y él afirmó que siempre trabajó con entrega total.
“Uno es la imagen misma, te transformas en lo que fotografías”, declaró.