Ella salió del país por un asunto de trabajo, pero en su presentación estelar su teléfono empezó a sonar. Minutos después se dio cuenta que tenía 40 llamadas perdidas. Sabía de qué se trataba, un nuevo ataque de ira de su pareja. Los mensajes se empezaron a acumular, la acusaba de mentirosa, mientras intercalaba apelativos altisonantes. Le cuestionaba estar “en línea” hasta altas horas de la madrugada. La hostigó a la distancia de todas las formas posibles. Cuando regresó al país, él la recibió en el aeropuerto con un enorme ramo de flores y una gran sonrisa. Ella suspiró y el ciclo comenzó de nuevo.
Los vínculos dañinos que se establecen con otros seres humanos y que se caracterizan por la manipulación, la violencia y la dependencia emocional pueden llevar a graves problemas de salud mental. Los especialistas definen una relación tóxica como un vínculo destructivo mediante el que se generan dinámicas que dañan el bienestar emocional, psicológico, e incluso físico, de uno o ambos miembros. Se caracterizan por la manipulación, el control, la falta de respeto y la dependencia emocional, y pueden darse en el ámbito de pareja, familiar o de amistad.
La doctora Claudia Ivethe Jaen Cortés, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, señala que, dentro de las relaciones tóxicas se identifican muchos tipos de violencia: física, sexual, emocional, económica, e incluso, una nueva forma que es la digital donde no hay fronteras geográficas para ejercerla y un teléfono celular se puede convertir en un arma. Diversos estudios indican que la prevalencia de la violencia digital crece en el mundo, afectando al 70%, es decir, siete de cada 10 personas la viven.
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La especialista afirma que existen conductas comunes en la mayoría de las relaciones tóxicas y que la celotipia puede ser una de ellas. “Cuando las personas son extremadamente celosas, intimidan. No hay control de impulsos y hay respuestas explosivas; no se respetan límites y se emplean variadas tácticas de control y manipulación”. También es común que haya violencia relacional, pues se intenta aislar a la pareja de familiares y amigos. La soledad de uno es el triunfo del otro.
Ese obscuro objeto del deseo
Jaen Cortés cuenta que en la actualidad realizan un estudio donde se explora la propensión a las relaciones tóxicas en cierto tipo de comportamientos, como los que definen a la llamada triada obscura de la personalidad que hace referencia al narcicismo, el maquiavelismo y la psicopatía. “Hemos encontrado, por ejemplo, que las personas narcisistas, aquellas que sólo piensan en sí mismas, que son egocéntricas, tienen esta propensión, al igual que quienes tienen características maquiavélicas, es decir, cuyas conductas tienen la finalidad de beneficiarse solo a ellos”.
Explica que también suelen mantener lazos de violencia con más facilidad, las personas con características de psicopatía, individuos con pocas habilidades de empatía, poco confiables. Se interesan muy poco o de manera nula en los sentimientos de su pareja, pero mantienen este tipo de lazos mediante diferentes estrategias de apego. Se estima que entre 15% y 30% de los perpetradores de violencia de pareja cumplen los criterios clínicos de psicopatía.
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“Existen otro tipo de conductas, como son los trastornos límites de personalidad y justamente tienen patrones de relaciones inestables. Hay momentos de gran euforia en el enamoramiento, conductas sexuales de riesgo, emociones extremas, ira, descontrol y pensamientos paranoides (infidelidad, engaño, cambios de ánimo bruscos) que finalmente terminan las relaciones”, afirma Jean Cortés.
Dice que, en las personas depresivas, se crea más fácilmente la codependencia emocional. “Se empiezan a establecer patrones donde se sienten responsables del bienestar y la felicidad del otro. Empiezan a tener la percepción de que su satisfacción personal depende totalmente de que las necesidades de la pareja estén satisfechas”.
Otros estudios examinan el complejo juego de química cerebral que se desarrolla tras una relación tóxica, pues el sistema de recompensa del cerebro puede activarse por el refuerzo intermitente presente en estas relaciones, creando un ciclo de adicción que dificulta abandonarlas. La química cerebral, liderada por las sustancias que brindan placer al organismo, actúa de forma muy similar que por una adicción por estupefacientes. La persona espera recibir el afecto que alguna vez tuvo o cree haber tenido, justificando cualquier acto.
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Un experimento clásico en ratas realizado por el psicólogo conductista B. F. Skinner mostraba como los animales se obsesionaban con una palanca que los proveía de comida azarosamente. El circuito de recompensa del humano también parece activarse al recibir señales de aprobación y validación externa.
La importancia de los límites
Este tipo de vínculos interpersonales dañinos se empiezan a establecer desde edades muy tempranas. En un reciente informe de la OMS se alerta sobre los ciclos de violencia tóxica que viven los adolescentes en todo el mundo en sus primeras relaciones de pareja. Se estima que 19 millones de adolescentes han sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja antes de los 20 años.
“La violencia en el noviazgo abarca una gran serie de conductas que tienen como finalidad causar daño físico o emocional al otro miembro de la pareja. A veces, es difícil identificar los patrones de violencia porque muchas personas ejercen prácticas que pueden confundirse con ‘jugueteo’, pero son expresiones agresivas, como poner apodos, dar pellizcos o empujones”. Este tipo de violencia, sobre todo en los adolescentes se puede confundir con manifestaciones de amor.
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En México, 76% de las adolescentes entre 15 y 17 años sufren violencia psicológica, seguida por la sexual y física. Las personas que tienen relaciones violentas en la adolescencia tienen más probabilidades de repetirlas en la edad adulta y quienes experimentan estos lazos también tienen más probabilidades de beber en exceso y abusar de otras drogas.
Para los especialistas es indispensable enseñar estrategias de relaciones sanas desde temprana edad. Diversos estudios muestran que los niños que pueden resolver conflictos y manejar sus emociones tienen menos probabilidades de formar relaciones violentas más adelante. Existen diversos programas a nivel global que tratan de enseñar a niños y adolescentes la construcción de vínculos afectivos donde se valoren las disculpas, pero también las separaciones.
Cortés afirma que es muy importante empezar a entender la importancia de los límites desde la niñez para establecerlos claramente en la vida cotidiana. “Cuando alguien nos pide algo que está en contra de nuestros valores, necesidades o seguridad, debemos establecerlos, pero también es necesario trabajar siempre la autoestima y establecer redes de apoyo. El excesivo control que ejercen las parejas en este tipo de relaciones, ocasiona que se pierdan estos vínculos positivos”.
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Además, es necesario buscar actividades que fomenten la independencia emocional, y también desde esta trinchera analizar las relaciones de pareja. “Es necesario hacer un inventario de recursos, integrar patrones de negociación con nuestro compañero siendo conscientes de las fortalezas y potencialidades. Se necesita fortalecer la comunicación asertiva, pero si no hay mejoría, es importante terminar la relación sin conflicto y con acompañamiento. Acudir a instituciones que nos brinden apoyo psicológico y, si es necesario, jurídico, para atender los casos de violencia”.
Se estima que una de cada cinco personas ha sufrido algún tipo de violencia en sus relaciones durante el último año y los patrones negativos tienen consecuencias en la salud, bienestar y desarrollo general. Es común detectar trastorno de estrés postraumático (TEPT) debido a factores como la angustia emocional y el estrés crónico derivado de vínculos traumáticos.
No son comportamientos inocuos, aunque no haya violencia física que evidencie el maltrato, mantener estas conductas con los otros se manifiesta mermando el bienestar cotidiano, que puede ir desde dolor crónico, falta de concentración, sueño o motivación hasta pensamientos suicidas. “Todo merma la calidad de vida así que es muy importante analizar la forma en que vivimos las relaciones de pareja y saber qué tanto control tenemos sobre ellas para no confundir las actitudes violentas con rasgos de amor”.
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