sativa es una especie herbácea de la familia Cannabaceae, originaria de Asia Central y del Sur. Una de sus variedades es la marihuana o , la cual contiene más de 120 cannabinoides (compuestos pertenecientes al grupo de los terpenofenoles) que se dividen en ácidos o no activos, y descarboxilados o activos (la descarboxilación es el proceso que convierte cannabinoides ácidos en activos por medio de calor o enzimas).

Dos cannabinoides muy estudiados son el tetrahidrocannabinol (THC), que induce un efecto psicoactivo, analgésico, antiemético y estimulante del apetito; y el cannabidiol (CBD), que produce un efecto antiinflamatorio, ansiolítico, antiepiléptico y neuroprotector; ambos son activos.

Roberto Arreguín Espinosa de los Monteros y Daniel Genaro Rosas Ramírez, investigadores del Departamento de Química de Biomacromoléculas, del Instituto de Química de la UNAM, se han propuesto estudiar en su laboratorio los efectos terapéuticos de diferentes cannabinoides no activos.

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Algunos cannabionoides no activos son el ácido tetrahidrocannabinólico (THCA), ácido cannabidiólico (CBDA), ácido cannabigerólico (CBGA), ácido cannabicroménico (CBCA), ácido tetrahidrocannabivarínico (THAVA), ácido cannabivarínico (CBDVA), ácido cannabigerovarínico (CBGVA) y ácido tetrahidrocannabidiólico (THCAA).

“En México hacen falta muchos estudios sobre la marihuana. En especial, nos interesan los cannabinoides no activos. Nuestra intención es separar varios de ellos de la planta y someterlos a diversas pruebas, porque tienen un gran potencial farmacológico. También queremos analizar el THC y el CBD de algunos medicamentos que llegaran a comercializarse aquí”, dice Arreguín Espinosa de los Monteros.

Estándares de calidad

El Laboratorio de Química de Biomacromoléculas 2 cuenta con la infraestructura necesaria para ser lo que se conoce como un “tercero autorizado”, es decir, para hacer pruebas, estudios o dictámenes que permitan validar ciertos compuestos, en este caso cannabinoides no activos y activos. Sin embargo, como la marihuana todavía no está regulada en nuestro país, no es tan fácil trabajar con muestras de esta planta.

“Nuestro principal objetivo es analizar cannabinoides no activos y hacer pruebas de estabilidad y de contenido con técnicas que nosotros innovaríamos o ajustaríamos a nuestro laboratorio, para demostrar que los productos derivados de la marihuana que se lleguen a comercializar en México cumplen con los estándares de calidad no sólo nacionales, sino también internacionales. Esto traería recursos económicos al Instituto de Química de la UNAM, lo cual nos permitiría ahondar más en esta investigación. Antes, claro, necesitamos probar que aquí se pueden hacer bien las cosas con una planta controlada como la marihuana”, indica Rosas Ramírez.

De acuerdo con este investigador, pruebas realizadas en laboratorio han mostrado que algunos cannabinoides no activos inhiben la movilidad o el tránsito de virus respiratorios —incluyendo el SARS-CoV-2, causante de la Covid-19— hacia los pulmones.

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“De confirmarse esto, entonces no serviría tanto fumar marihuana para prevenir infecciones virales respiratorias, porque al aplicarle calor a esta planta, los cannabinoides inactivos se convierten en activos. Ahora bien, quizá el calor no fue suficiente para que sucediera esto con todos y por eso se descubrió su efecto protector.”

Por cierto, en el Laboratorio de Química de Biomacromoléculas 2 se ha puesto en práctica un método que no utiliza ningún disolvente para convertir el THCA y el CBDA en THC y CBD, respectivamente, y que permite obtener una cantidad mucho mayor de estos dos cannabinoides activos, en una proporción de tres a uno o incluso de cuatro a uno.

“Y a pedido de algunos hospitales hemos extraído de la marihuana distintos cannabinoides, principalmente el CBD, para someterlos a pruebas y elaborar dosis personalizadas destinadas a niños pequeños que padecen el síndrome de Asperger”, apunta Arreguín Espinosa de los Monteros.

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Terpenos

Al igual que otras plantas, la marihuana también contiene terpenos, compuestos orgánicos que le otorgan sus propiedades organolépticas; entre ellos destacan el mirceno, el pineno, el cariofileno, el terpinoleno, el limoneno, el linalool, el humuleno, el ocimeno y el geraniol.

“Antes se creía que los terpenos únicamente le daban a la marihuana su aroma y sabor característicos. Pero ahora se sabe que algunos tienen un gran potencial farmacológico y pueden maximizar los efectos del THC y el CBD. Así, el mirceno, con un aroma terroso y herbal, es relajante y promueve el sueño; el pineno, con un aroma a pino, incrementa la concentración y actúa como broncodilatador; el limoneno, con un aroma cítrico, mejora el estado de ánimo y alivia el estrés; el linalool, con un aroma floral, desata un efecto calmante, ansiolítico y analgésico… Todo esto es muy importante, porque entonces los nuevos medicamentos derivados de la marihuana contendrán no sólo uno o dos cannabinoides, sino un número mayor y, además, terpenos, lo cual los hará más eficaces”, comenta Rosas Ramírez.

Riesgos

En México se producen y se distribuyen muchas toneladas de marihuana cada año, pero de manera clandestina y bajo condiciones nada idóneas, pues su siembra, cultivo, cosecha, transporte, venta y suministro siguen siendo ilegales.

“Así pues, la gente que la consume en productos inhalables, comestibles y medicinales corre múltiples riesgos, porque puede contener residuos muy tóxicos de fertilizantes de mala calidad y pesticidas (metales pesados como plomo, cadmio, arsénico y mercurio), micotoxinas, mohos, levaduras y bacterias como Escherichia coli y Salmonella spp. De ahí que la identificación de todos estos elementos en productos derivados de la marihuana resulte fundamental para asegurar que dichos productos son seguros para el consumo humano”, señala Arreguín Espinosa de los Monteros.

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