

Cuando pensamos en el coraje y la resiliencia que definen a los grandes héroes del espacio, el nombre de Jim Lovell siempre destaca con luz propia. No solo fue el comandante que guió con temple la casi tragedia de Apolo 13, sino un incansable explorador que voló cuatro veces al espacio y cambió para siempre la manera en que miramos la Luna y la Tierra. Hoy, a sus 97 años, el mundo despide a este hombre que trascendió la ciencia.
La NASA anunció el fallecimiento del astronauta a través de su cuenta en X, antes conocida como Twitter, acompañando el mensaje con las palabras de la familia: “Nos entristece informar el fallecimiento de nuestro querido padre, el capitán de la Marina de los Estados Unidos, James A. ‘Jim’ Lovell, piloto y oficial naval, astronauta, líder y explorador espacial”.
En su comunicado, sus seres queridos expresaron su enorme orgullo por sus logros y destacaron su papel como pionero en los vuelos espaciales tripulados.
Junto al mensaje, la NASA compartió un emotivo video con imágenes de Lovell en entrevistas y preparándose para misiones como Gemini 7 , el cuarto vuelo tripulado del programa Gemini realizado en diciembre de 1965, además de fragmentos donde habla sobre sus proyectos en la agencia espacial.
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Asimismo, la Agencia espacial lamentó profundamente la pérdida y reconoció su legado: “La vida y obra de Lovell inspiraron a millones. Su valentía ante la adversidad fue clave para abrir el camino hacia la Luna y más allá, un viaje que continúa hasta hoy”.
En la memoria colectiva permanece la frase “Houston, tenemos un problema”, pronunciada por Lovell durante una de las mayores pruebas de la historia espacial. En abril de 1970, cuando la misión Apolo 13 estaba en camino a la Luna, una serie de explosiones en dos tanques de oxígeno puso en peligro la vida de la tripulación y el éxito de la misión.
Desde el centro de control en Texas, se recibió un mensaje urgente: "Houston, tenemos un problema". La nave estaba atravesando una situación crítica que requería calma, precisión y mucha valentía. Lovell tuvo que informar lo que ocurría mientras el equipo en Tierra evaluaba las opciones para traer a los astronautas a casa sanos y salvos.
Lovell contó en una entrevista con “Viva” de Argentina (2016) que la clave para superar aquella crisis fue mantener una mentalidad positiva y confiar en su entrenamiento como piloto militar.
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A los problemas técnicos se sumó la acumulación de dióxido de carbono dentro de la cápsula, una amenaza que podría haber resultado fatal. El equipo en tierra y en la nave tuvieron que improvisar para conservar energía y oxígeno, además de realizar las maniobras necesarias para el regreso.
Una de las soluciones más sorprendentes fue el uso de un reloj de pulsera para medir con exactitud una maniobra fundamental: encender el motor por un tiempo preciso para corregir la trayectoria y asegurar la entrada correcta en la atmósfera terrestre. Aquellos 14 segundos fueron decisivos para salvar la misión y sus vidas.
Aunque aquella experiencia le valió a Lovell reconocimiento mundial, también le hizo reflexionar profundamente sobre su familia y su vida. Tras Apolo 13, decidió no volver a volar al espacio.