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“En la Ciudad de México no hay cárteles del narcotráfico”, era una de las frases más repetidas por las autoridades locales cuando eran cuestionadas sobre la presencia de grupos del crimen organizado y el incremento de situaciones violentas. Se reconocía la actuación de bandas dedicadas al narcomenudeo, pero varios hechos ocurridos de manera reciente dan cuenta de organizaciones delictivas que actúan como cárteles, asesinan como cárteles y muy probablemente corrompen como cárteles.
La madrugada del domingo aparecieron en una de las avenidas más importantes de la capital del país pedazos de restos humanos y una manta con el mensaje de un grupo criminal para sus adversarios. No ocurrió en la periferia sino en la delegación Cuauhtémoc, la más céntrica, que en su perímetro alberga la sede de los tres poderes del Congreso.
El año pasado un operativo de elementos de la Marina en la delegación Tláhuac llevó al abatimiento del líder del cártel de Tláhuac. Tras el despliegue, varios vehículos fueron incendiados y sirvieron para bloquear vialidades de esa zona. Mucho antes se había registrado la aparición de un cuerpo colgando de un puente vehicular.
En la Ciudad no son extrañas las capturas de líderes de grupos del narcotráfico ni las noticias sobre ejecuciones.
¿Se podrá seguir argumentando que no operan bandas del crimen organizado? Sean brazos de cárteles que tienen presencia en otras regiones o grupos de origen local, el grado de violencia que está empleando la delincuencia se conocía en la capital únicamente por la información que se recibía de otras regiones.
La Ciudad presumió durante muchos años ser un oasis en medio de la violencia que se registraba en amplias zonas del país. Se instalaron miles de cámaras y la presencia policial era notoria. Ahora, en los hechos del domingo se da a conocer que no hay registro videográfico del momento, sino solo de los minutos previos y posteriores, porque cuando se depositaron los restos se estaba grabando en otra dirección.
La violencia se manifiesta cada vez con mayor intensidad, como si las corporaciones de seguridad capitalinas no existieran para quienes extorsionan y asesinan.
No hay mejor forma de corregir los problemas que reconocerlos. Minimizarlos, por lo visto, sólo ayudó a que el fenómeno creciera. Lo más grave es que la ciudadanía no sabe qué sigue. ¿Patrullajes militares? ¿Más hechos como el del domingo? ¿Una estrategia que efectivamente disminuya los índices delictivos? Lo sensato es la última opción. La decisión depende de la autoridad local.
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